Aún recuerdo aquel momento en que te vi por primera vez;
piel blanca, labios rojos y esos ojos.
Atributos que solo tú podías tener.
Esos ojos que cuando te miran; suena imposible que les
niegues algo.
Labios rojos que te juro; muero por besarlos.
Que te abrace a ratos; por aquel sutil aroma de tu miel.
Y pensar que me conformo con un beso en la mejilla.
Siempre que me saludas, y con cada despedida.
Solo por sentir el dulce roce, de tu piel contra la mía.
Cuanto daría por arroparte siempre que estés fría.
Por ser yo en quien te apoyes, en los momentos de
melancolía.
Secar tus lágrimas cuando llores.
Cuánto daría, cuánto daría.
Porque me robes un beso cada que te vayas,
que me tomes de la mano cuando caminemos,
detener el tiempo cuando nos miremos.
Cuánto daría, cuánto daría.
Por poder besarte y no tener que conformarme,
con hacerlo solo dos veces al día.
Con un beso en la mejilla.
Cuando me saludes y cuando te despidas.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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