miércoles, 23 de diciembre de 2020

SE ME ESCAPAN LOS VERSOS.

Se me escapan los versos, uno a uno.

a buscar un lector que los acoja,

anegando mi alma de congoja,

dejando un corazón, muy triste y bruno.

 

Porque con cada verso que compongo

se desprende un pellizco de mi adentro

y se produce un firme reencuentro

de mi conciencia y el fin que me propongo,

 

pero al hurgar en mi alma, en su proceso,

se reabre su más íntima herida,

al palpar la miseria sin medida

que deja un corazón tocado y leso.

 

Miseria de los parias y olvidados,

y hambre y dolor de niños inocentes

enredados en guerras permanentes,

y a una muerte prematura destinados.

 

Dolor de las mujeres maltratadas

por bestias inhumanas y salvajes,

del maltrato a la tierra y sus parajes

con abulia y desidia desatadas.

 

Ahora, sólo me alienta la esperanza

de arañar con mi verso una conciencia

procurando dotar de transparencia

mi dolor, nivelando la balanza.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

PROMETEDORAS PROMESAS.

En aras de la razón,

vive quien piensa y medita,

y no renuncia quien grita,

que quiere más libertad.

 

Brocal del pozo del sueño,

en el fondo de su cuerpo,

la oscuridad hace daño,

sentido oscuro soñado,

latente en el corazón.

 

Procaz anhelo sin rumbo,

un pasajero desnudo,

caminando sin cesar.

Volver la vista sin miedo,

ver la sima sin decoro,

y ahondar en los viejos ojos,

que de sapiencia se van.

 

Descerrajar los cerrojos,

saltar los muros el sueño,

y ver el alba sin sueño,

para poder avanzar.

Corrientes como torrentes,

que arrastran lo malo y bueno,

voces que vienen y van.

 

Estrambóticos placeres,

fantasmagóticos cuerpos,

visionarios hechiceros,

desarbolando recuerdos,

quemando en la hoguera incienso.

Lunáticos próceres locos,

rompiendo eternos derechos.

 

Sombras de ajados deshechos,

envueltos en celofán,

como dulces caramelos.

Cansados, solos y viejos,

van surcando los maderos,

los mares de la ilusión,

volutas de vientos negros.

 

Enamorarse del aire,

del rayo y de la tormenta,

beber de la rosa el néctar,

y amar todo cuanto nace,

de la tierra que se preña.

Amantes de lo que crece,

en la extraordinaria Tierra.

 

Calidoscópica imagen,

variopintas son las sendas,

entretejidos caminos,

atajos que no se encuentran,

verdades que se perdieron,

amores que nunca llegan,

a los arcanos rincones,

de corazones que esperan.

 

Esperanza entre los cirros,

de las nebulosas crestas,

que el viento sin tiempo arrastra,

hacia tiempos sin fronteras.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

CON SU EXTRAORDINARIO DON.

Ensimismado en su ser,

vive el ser, siendo cautivo,

de la ignorancia de él mismo,

sujetos al recio suelo,

anclados pisan sus pies.

Va transmutando su forma,

va mutando su quehacer,

y hasta la mirada cambia.

 

No llega la inspiración,

la etérea musa se ha ido,

abandona la crisálida,

la ninfa deja su nido,

piel vieja del corazón,

retorcidas emociones,

chocan como átomos locos,

en un frenético giro,

buscando el huidizo gozo.

 

Cansado de caminar,

busca una sombra el viajero,

un roble ofrece su cuerpo,

y en su sombra acomodado,

medita el tiempo pasado,

mientras le mira el presente,

con ojos de desenfado.

La sombra del roble enfría,

su insistente calentura.

 

Qué trasnochada locura,

qué poder que te arrebata,

qué inspiración desbordada,

sueña con ser emoción.

Un instante microscópico,

crea con ansia la pasión,

sale de su cerrazón,

ligero como una pluma,

liviano como una flor.

 

Piensa quien posee riqueza,

que es su posesión la vida,

más no gana la partida,

quien a su antojo la apresa,

con desinfladas promesas.

El sudor de otros la engorda,

la sangre de otros la aviva.

El poeta es de nosotros,

las riquezas son ajenas.

 

El amor así mitiga,

la constante desazón,

la insondable sinrazón,

la cansada travesía,

el inquietante dolor,

la libertad constreñida,

y el devenir de los años,

bálsamo que a todo aviva,

con su extraordinario don.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

UNA LUZ, UNA CANCIÓN.

Entre dos sueños,

la suerte efímera,

certera elige los blancos,

de sus certeros disparos,

dejando rotas las vidas,

malditos dardos.

Entre dos aguas,

las penas siguen nadando,

a brazadas de coraje,

contra el ladrón y el cobarde.

 

Se va agrandando el espíritu,

con alas de libertad,

y va zurciendo el destino,

con hilos del corazón,

cada roto, cada herida.

La sombra es larga,

un sinuoso camino,

yerto huerto el del maldito,

que perdió su corazón.

 

Desentrañando mentiras,

vive atento el cantautor,

destapando el sentimiento,

que aletea en el interior.

Escalando melodías,

alpinista de la vida,

en sus arpegios sembrando,

de la vida cosechando,

la realidad en su canto.

 

La contradicción se esconde,

en cada lúgubre esquina,

en la palabra acechando,

en la mente sumergida.

El ojo todo lo ve,

el de quienes ven y miran,

siempre sin desfallecer,

la inmensidad que te asfixia,

la hermosura y el placer.

 

El corazón se hace trizas,

cuando la pena infringida,

va más allá que el dolor,

no hay canto que se resista,

hay corazones que gritan,

declama así el cantautor,

que siente y así denuncia.

El sentimiento camina,

conteniendo su estupor.

 

Habla con el firmamento,

quien se mira en las estrellas,

luciérnagas pasajeras,

de una sentida canción.

Amor nacido en la tierra,

entre los dedos la arena,

que se desliza y se aleja,

como insistente rumor,

que la canción se lo lleva.

 

Una melodía se oye,

entre los verdes abetos,

son cánticos de ilusión,

de esperanza entre los sueños.

Una cristalina voz,

de los corazones nobles,

como bellos manantiales,

murmurando una canción,

mientras el amor responde. 

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

EN EL ESLABÓN MÁS DÉBIL.

Lo inanimado se anima,

sueños vívidos anidan,

como gorriones que trinan,

frutos del tiempo pasado,

pensamientos que culminan,

farragosas pesadillas,

sobre la almohada respiran,

sueños de amores titilan.

 

Necia ilusión que no llega,

pasa de largo la risa,

de soslayo mira el necio,

y la sombra de la duda,

en la mente se eterniza.

El valor no tiene precio,

ni hay contratos con el tiempo,

no hay normas en el amor.

 

En un lejano rincón,

se ha acuclillado el deseo,

mientras las luces deslumbran,

el devenir de lo auténtico.

Amor que vive y respira,

en la morada del pecho,

y en la voz se precipita,

lluvia de pálpitos nuevos.

 

En el mar de los recuerdos,

se ahogan amores viejos,

algunos apenas nadan,

otros sucumben al miedo,

y flotan perdidos restos,

como restos de un velero.

Inanimados se pierden,

por las corrientes del sueño.

 

La verdad va abriendo paso,

entre la negra hojarasca,

frena su empuje la farsa,

que impregna toda la vida,

y a su fuerza la acompaña,

la razón que se desvela.

La verdad canta tan alto,

que hasta la mar se acompleja.

 

Lo inanimado se aviva,

con el valor que palpita,

cobra vida en el amor,

la verdad lo ratifica.

No cree el títere que es títere,

su necedad le arrodilla.

La sombra campa a sus anchas,

por las negruzcas orillas.

 

La fortaleza se mide,

por el valor que la abriga,

y en el eslabón más débil,

reside la fuerza misma.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

POETA DE BELLAS VOCES.

Poesía que azota el espíritu,

que levanta el sentimiento,

en las entrañas anida,

como en el nido el jilguero,

se gesta en el vientre el ser,

el miedo emerge de dentro,

y vive el conocimiento,

en lo profundo del verso.

 

Se quedan en el desván,

viejos y usados recuerdos,

donde reposan silentes,

en la memoria sujetos,

el polvo cubre sus cuerpos,

con ropas de gris acero

y es reliquia cada objeto,

inanimados y bellos,

 

El corazón vive atento,

cada sutil sentimiento,

va acelerando su acento,

salta sin ritmo en el pecho,

cuando el sentir se desata,

como una nota que falla,

en la melodía del cuerpo.

 

Poeta que al verso ama,

por la esencia que va dentro,

la música de su alma,

plasma en el verso sin miedo,

pedazos que se desprenden,

de su mente y de su cuerpo,

sentidas nítidas lágrimas,

de su corazón sincero.

 

Atormentada es la vida,

si la melodía termina,

y ya no suena la música,

y el ritmo pierde la rima,

y desentonan los trinos,

de las aves que palpitan,

inanes o apasionadas,

bofetadas o caricias.

 

Poesía que llena y ocupa,

que enamora y que palpita,

amante y fiel compañera,

fresca, ancestral y ladina,

cual áspid que se desliza,

como un beso que culmina.

Poeta de tiernas letras,

y de verdades sentidas.

 

El amor así se impregna,

del verso lleno de vida,

es más bello aquel soneto,

si hay amor entre sus rimas.

Poeta de bellas voces,

que empiezan y no terminan,

como un eterno concierto,

ahíto de melodías.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

QUE NO SE DETENGA EL VERSO.

Bebe el tiempo,

del insondable infinito,

raudo, veloz y maldito,

dueño y señor, de lo vivo,

traicionero o permisivo,

siempre tenaz y abusivo,

en su inmensa sombra vive,

agazapado, tranquilo,

en su guarida escondido.

                                       

El verso cruzó la esfera,

lejos su aliento a su ritmo,

sembró el orbe con su canto,

paro el tiempo en su delirio,

y fue marcando jalones,

al albur, como un sonido,

presto a responder al tiempo,

naturalmente ofendido.

 

Sembrando ideas se desplaza,

en las alas de su sino,

locuaz, vivaz y sinfónico,

el verso encuentra su sitio,

no se detiene ante el odio,

no le frenan los cuchillos,

y va dejando regueros,

de la esencia de sus giros.

 

La senda marca el camino,

ni atajos ni encrucijadas,

ni vericuetos ni mitos,

no hay leyendas que detengan,

al verso en su sacrificio,

la voz va dejando huellas,

en el recóndito olvido,

no ceja de ser el mismo.

 

Las penas son de nosotros,

el tiempo siempre es el mismo,

con el mismo nivel marca,

a todos mide con tino,

su voz es un carrusel,

que enloquece al más altivo,

y no hay muros ni castillos,

que se defiendan de él.

 

Tiempo voraz y ofensivo,

a veces como la hiel,

otras burlón y ladino,

a nadie concede venia,

no reconoce al cautivo,

su sangre es color de miel,

pero su aliento es nocivo,

su corazón puro vidrio.

 

Así danza cada ser,

al ritmo que el tiempo marca,

no sabe el tiempo de risas,

solo el amor le detiene,

y a veces, es tan soez,

que se burla hasta del hambre,

junto al amor le combaten,

la sabiduría y el arte.

 

Que no se detenga el verso,

para que el amor se salve.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

QUE CURA Y MATA.

Ilumina la llama,

también quema,

fresca la sombra,

también tapa.

Sol que ilumina,

también abrasa,

agua que limpia,

o que envenena.

 

Rosario de palabras,

en la mente colgadas,

abrasadoras voces,

que aman o matan,

un rimero de alientos,

que en vida llaman,

como sutiles cantos,

como plegarias.

 

El amor ennoblece,

más también hiere,

como el hielo conserva,

hasta a la muerte.

Corazón palpitando,

que parado fenece,

también la vida es bella,

y también duele.

 

Es de justicia,

dar lo que es justo,

pero anda la injusticia,

mordiendo el mundo,

placeres que enamoran,

más también matan,

como envenena el aire,

de infectas cloacas.

 

¡Ay!, quien pudiera,

llenar de vida,

la vida prematura,

que no culmina,

retornar la hermosura,

a la flor que marchita,

dar luz en las tinieblas,

que el mal abrigan.

 

Magia que engaña,

pero que atrapa,

viento que amaina,

pero que espera,

sueño que aplaca,

pero que inquieta,

si es pesadilla,

cual la mirada,

que grita o ama.

 

Amor que duele,

amor que agranda,

amor que humilla,

amor que ensalza,

amor que nubla,

o amor que aclara,

amor sin dudas,

amor que llora,

que purifica.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

EN EL AMOR QUE TE RESUME.

En el correr de los años,

en cada huella plasmada,

en cada ínfima muesca,

en cada sutil pisada,

se queda un rastro indeleble,

que en la memoria se guarda,

una tenue pincelada,

que cambia el lienzo del cuadro.

 

La vida sortea el obstáculo,

desvela el velo que cubre,

salvando la incertidumbre,

la vida va interpretando,

actor que en el escenario,

con el libreto clamado,

va la vida desvelando,

con el acento adecuado.

 

Una destacada nota,

de la melodía destaca,

y en el tono que señala,

pone matiz a la voz.

Una sinfonía de notas,

como un torrente te atrapa,

al ritmo del diapasón,

al albur del pentagrama.

 

Huella que a la vida marca,

como una muesca de luz,

una señal que clavada,

da textura a la pisada,

a la vida la señala,

la imagen a contraluz,

va retratando las almas,

vistas desde un tragaluz.

 

Ama el tiempo la locura,

que en la mente se detiene,

en filigranas de ideas,

va creando adivinanzas,

sortilegios que deslumbran,

resortes lucen y apagan,

del pensamiento la luz,

del transitar las mañanas.

 

Corre el tiempo ante la duda,

y la certeza desnuda,

en el dilema trasciende,

perpleja la mente siente,

que se escapa la cordura,

y en tan frágil singladura,

busca inconsciente una isla,

donde calmar la locura.

 

Busca el amor entre brumas,

encuentra la luz silente,

y amando la vida siente,

en la sutiles costuras,

del traje que le concierne,

viste la duda desnuda,

y así, el amor convierte,

la fealdad en hermosura.

 

Huella que queda plasmada,

con el amor que la plasma,

en la memoria perdura.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

ENTRE LA HERRUMBRE SE AMA.

Salvando las distancias,

el poderoso salta,

con las alas forjadas,

con la sangre de otros,

en su poder cabalga,

y en la hambruna se sacia,

arrebatando todo,

lo que su vista alcanza.

 

Una música se oye,

en un remoto silencio ,

donde el corazón es puro,

donde es puro el talento,

el silencio que te abraza,

la muda nota que atrapa,

el silencio que se siente,

en lo profundo del alma.

 

Si el viento supiera el tono,

que sale de las entrañas,

lo llevaría al infinito,

para que el tiempo cantara.

La cosecha sería nuestra,

serían nuestras las palabras,

y el yantar sería de todos,

fuere cual fuese su raza.

 

Que no se rompan los puentes,

que a la libertad conducen,

y que se partan las penas,

por la mitad si es posible.

Que no se callen los pobres,

y que el silencio no calle,

que no se esfume la vida,

como el aliento en el aire.

 

Figuras de porcelana,

frágiles manos sin nombre,

esqueletos que deambulan,

ojos tallados en bronce,

semblante que de hambre habla,

boca que entreabierta llama,

con el silencio cuajado,

de la pena que arde y clama.

 

Una tonada se oye,

allende la mar salada,

y los nervios se desgarran,

cuando la corriente arrastra,

la fuerza del poder hunde,

el empuje no descansa,

y se quedan en silencio,

en el estío las cigarras.

 

El sol se ha vuelto de espaldas,

y entre las nubes la luna,

se asoma, más no es de plata.

Los ojos miran al cielo,

y en el suelo la mirada,

encorvada la cerviz,

por el fardo que la aplasta,

cae rendido el infeliz.

 

Amor que anida en el hambre,

amor que no tiene nombre,

amor, que aún entre las herrumbres,

se eleva entre las desgracias,

amor entre las miserias,

que a su pesar, se levanta.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri