En el correr de los años,
en cada huella plasmada,
en cada ínfima muesca,
en cada sutil pisada,
se queda un rastro indeleble,
que en la memoria se guarda,
una tenue pincelada,
que cambia el lienzo del cuadro.
La vida sortea el obstáculo,
desvela el velo que cubre,
salvando la incertidumbre,
la vida va interpretando,
actor que en el escenario,
con el libreto clamado,
va la vida desvelando,
con el acento adecuado.
Una destacada nota,
de la melodía destaca,
y en el tono que señala,
pone matiz a la voz.
Una sinfonía de notas,
como un torrente te atrapa,
al ritmo del diapasón,
al albur del pentagrama.
Huella que a la vida marca,
como una muesca de luz,
una señal que clavada,
da textura a la pisada,
a la vida la señala,
la imagen a contraluz,
va retratando las almas,
vistas desde un tragaluz.
Ama el tiempo la locura,
que en la mente se detiene,
en filigranas de ideas,
va creando adivinanzas,
sortilegios que deslumbran,
resortes lucen y apagan,
del pensamiento la luz,
del transitar las mañanas.
Corre el tiempo ante la duda,
y la certeza desnuda,
en el dilema trasciende,
perpleja la mente siente,
que se escapa la cordura,
y en tan frágil singladura,
busca inconsciente una isla,
donde calmar la locura.
Busca el amor entre brumas,
encuentra la luz silente,
y amando la vida siente,
en la sutiles costuras,
del traje que le concierne,
viste la duda desnuda,
y así, el amor convierte,
la fealdad en hermosura.
Huella que queda plasmada,
con el amor que la plasma,
en la memoria perdura.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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