martes, 2 de enero de 2024

EL MAR.

El Mar esta hambriento,

sediento,

descontento del paisaje.

Ha visto querer ha visto odiarse.

El mismo quiere bañarse,

hundirse, tocarse.

Y cesar su descontento,

o blandir su oleaje.

 

El mar está rugiendo

Irritado, inquebrantable

Se mece con furia

Se levanta con poder

Se desliza entre la arena con amor

Golpea con pasión la costa

Besa en silencio suspiros

 

Suspiros son sus ondas es sabido

el viento trae silbidos, viene,

danzan, juntan sus corrientes

todo es arrastrado y atraído

mar y viento es energía, sonido,

orgasmo de Dios, latidos,

cogen juntos y luego

caen rendidos.

Mar y viento,

realidad, leyenda, mito.

 

Ahora que lo toco

el mar está frío,

es la noche siempre

su sentencia a muerte.

 

La luna sobre el mar saliendo

parece

un poste de color

que se abre

y al fondo

resplandece,

en la inmensidad

de un astro muerto de hambre.

 

La luna amarillenta,

cruzada por una franja negra

y es que allí

tras aquel horizonte,

hay un castillo de naipes

y una arpía que hace magia negra

mientras reparte

brasas incandescentes.

 

A la mar en estos instantes

solo le preocupa su suerte,

igual le da que el mundo estalle,

que una ola grande resbale

por encima de los diques

y se lleve los puentes de Madison

o sobre el rio Kwai,

total para lo que valen.

 

¿Qué más nos da el mar

si del salimos

ahora hace millones de años

y solo volvemos a él

de vez en cuando para esquilmarle

o para cantarle?

 

Si al retornáramos

sería para morir al instante,

pues ya no nos reconoce

como seres suyos,

que fuimos

sobre las arenas calientes

algo parecido a camaleones,

cambiando de color constantemente.

 

Masa húmeda, para poder llegar a ti,

observo imágenes, eres como mi madre

profunda, transparente,

entiendo los motivos de tu andar,

aparentemente eres cambio,

movimiento, realidad,

la palabra vida es tu reflejo,

siempre vamos a ti con la muerte en el bolsillo,

con afán de dominarte, de herirte,

de hurtarte los tesoros que bien guardas y posees,

entenderé que un día azotes los relojes,

las pulcras tiendas, los bazares,

leo en tus vaivenes tu sed de sangre,

tu ánimo de corregir los errores,

tal vez deberías postularte a mandataria,

tienes mi voto, tal vez exista tregua posible,

perdón, por todos nuestros crímenes,

testigo ocular has sido y eres,

y es que somos un fiasco.

Bautízame en tus redes, húndeme en tus precipicios

y muéstrame lo que escondes.

Eres parte primordial de este sueño, envejezco,

envejecemos y tu permaneces fuerte,

imperecedera, siempre combatiendo,

asomando tus olas y albergando tus raíces,

tu fauna y flora.

Ojalá la tierra tuviera tus armas,

tu competencia, ojala se defendiera del maltrato, de la ambición.

Mar adentro, donde los milagros suceden,

extiendo mi alma y mi voz.

 

Al mar y en la mar

con "el" y con "la",

mar por delante

y mar por detrás.

Si no vas a pescar

y si no va a pasear,

si del mar

no eres un pez

cualquiera,

o un calamar,

olvídate de cantarle

a la mar,

pue ella tiene

sus sirenas

y tienes a quienes

sin saber

si lo hacen bien o mal,

todos los días salen

para pescar

y a puerto regresar

con la carga a bordo

y algo más

la vida de los pescadores

ya camino de su hogar.

Al mar y en eso el Rimbar.

 

Despertó agrio el coloso más brutal,

y arrojando espuma en ansías locas

ruge hambriento golpeando las rocas

eructando plástico untado en sal.

 

Las colonias de apetito carnal

proliferan taladrando sus brocas;

y al ser las playas ojos y sus bocas

ve estirpe humana inicua y sin final.

 

Con basura de años en su garganta

desenfunda su espada en un tatami,

retrocede en calma, espera y aguanta.

.

Luego, enrolla su pulpa cual salami

escupiendo aquello que lo atraganta

empuñando mordida y un tsunami.

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri. 

OTOÑO.

Arboles desnudos,

que parecen personas desnutridas.

Veredas con rocío.

Niebla que obscurece el día.

Amantes que se besan

para protegerse del frio.

Barrenderos que recogen hojas

como si fueran billetes perdidos.

 

Con cada hoja llovida

de los árboles dorados,

partes mueren de mi vida

en este otoño que olvida

mis recuerdos añorados.

 

Otoño de ojos desnudos,

de parques empedrados de hojas,

de troncos de árboles

con grandes corazones,

de hambre del viento

cuando por las cañadas avanza,

de silencios cogidos

a las ramas de los abetos que visten

las sendas que llevan

hasta allí donde la tarde se despide.

De pequeños toques de campanas,

el otoño habita

allí donde un ermitorio

en mitad de un bosque se abre,

de paz y de susurros del agua que corre,

lejos llevando canciones

de la niñez ya ausente de quien esto escribe

para su deleite.

 

Tras el verano, el tiempo parece haberse vuelto loco.

Llega el frio anticipando el invierno.

Recoger castañas y setas en el campo dormido.

El sol se despide antes y abre la puerta a la noche,

que llega de la mano del miedo.

Hace un año, en septiembre,

empecé a sentir el calor de tu mano,

paseando por bosques amarillos.

 

Otoños que renacen en las pupilas de los enamorados,

en las cortezas de los árboles

y en ellos fructíferos corazones

con sus flechas de enamorados

y dentro latiendo entre amores dos nombres.

La raíz de la vida

convertida en sangre de pasiones,

así sea el otoño frío o traiga en su estómago hambre.

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri.