Se ha quedado la palabra,
prisionera en la ignorancia,
atrapada entre los gestos,
que someten a quien habla.
El labio, al sonido acuna,
dándole voz y prestancia,
mientras vive la palabra,
esperando en la garganta.
En el fondo se cocina,
se calienta y adereza
y en la potente caverna,
la voz vive su potencia.
Se van limando asperezas,
entre las sinuosas cuerdas,
de la preciosa herramienta
y son más graves o tiernas,
si el corazón las lidera.
La nota a la nota sigue,
pertinaz y acosadora,
persigue, alcanza y consigue,
dar valor a su tragedia
y todas ellas reunidas,
en armoniosa algarada,
dan melodía a sus arterias,
deleitando a quien las sigue.
Las palabras se quedaron,
presas dentro de la celda,
de la prisión de sus ganas,
de la ilusión que las crea.
Pero saltan los grilletes,
de sus sonoras muñecas.
Se ha quedado la palabra,
libre en su naturaleza.
El amor va modulando,
la voz que acude sin prisa,
a los labios asomada,
como una bella reliquia,
mientras el tono se aseda,
como una suave caricia.
Son sus matices más tiernos,
más dulces sus gestos vibran.
Palabra en el amor presa,
que en sus efluvios camina,
con la pasión de una madre
y el empuje que la impele,
hasta el cenit que desea.
Un sonido acariciante,
que va erizando la vida,
con el deseo de un amante.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
No hay comentarios:
Publicar un comentario