domingo, 24 de mayo de 2020

NO, PERO ...


Cuando la paciencia se resiente y la calma se inquieta, no será como entrar en un túnel oscuro y sin salida, siempre quedará, como recurso ante tanto desanimo, cual rayo de luz al fondo: el agradecimiento, agradecer aquello que tanto bien nos hizo en algún momento. 

Y como lo hago amor, como agradecer si no puedo acallar el pensamiento ante tanto padecimiento, si, a donde quiera que miro, solo veo soledad, encierro, muerte, ira o violencia, desapego, intolerancia o indiferencia. Si es como estar en un mercado donde lo que me ofrecen no se parece en nada a lo que necesito. Si, cuando mis ojos lloran por esta pandemia que me encierra, mis lágrimas se pierden entre los surcos resecos de las veredas muertas y sin destino. Dime amor como lo hago, como hago para salir de este ahogo que me está asfixiando, que me está matando.

No, no amor desconocido por desfigurado. No, no amor desprevenido, asaltado y por el virus del desconcierto, escondido. Nada me es posible mientras no perciba ese rayo de luz que augure que el túnel de la demencia se termina.

No amor ausente, no me pidas calma en mi tiempo que se resiente como alambre cuando lo cruza la corriente, no me pidas que sea paciente cuando mis pies cansados sienten que ya no pueden sostenerme.

Pídeme que en el mar ahogue mis penas, que de esa forma estarás marcando, en el mapa de mi vida, la ruta para mis lágrimas que se pierden en las veredas reseca, difusas sin un destino.

Pídeme que busque, entre las olas de ese mar salado como mis penas, el camino para la esperanza de entonces. Que, si lo haces amor, me estarás dando, sobre esa ruta imaginaria: la paciencia silente con la calma suficiente cual líneas que delimitan el mapa de mi vida, la clave para encontrar de nuevo los abrazos salados de entonces, los que daban brío a mi corazón vencido hoy desolado. Hallar, amor, entre las perlas blancas cual estrellas intermitentes que brillan y desaparecen en las arenas aterciopeladas, esa esperanza que me calme con su voz modulada cuales besos sobre mis pisadas y me apacigüe el desasosiego que tiene atemorizado y escondido el agradecimiento: la gratitud por cuanto tanto bien nos hizo feliz en su momento. 

Y si al final, amor, sobre mi querido mar
me pudieras mostrar aquel bello poema
que me recuerde de cuanto quedó atrás,
mis madrugadas ya no estarán tan solas
ni tan a oscuras mis húmedas mañanas.
Y puede que, cada ola de espuma blanca,
me repita cual repetidos besos intensos

-puedo amor, y amando te sostengo
-sé que puedo, amor, no tengas miedo

Entonces amor,
mi razón asustada por enclaustrada
tal vez, con el deseo de volver al ayer
de un bello sueño, intenso y confiado,
ya no fuera la utopía de lo imposible.
Será la mano suave, la brisa calmada
cual suspiros que en volandas lleven
mi barca hacia las arenas doradas
lejos de otras orillas contaminada.

No, amor silente, atemorizado,
no me pidas calma en mi tiempo
que se resiente como alambre
cuando lo recorre la corriente,
no me pidas que sea paciente
cuando mis pies ajados sienten
que ya no pueden sostenerme.

Pídeme que en el mar ahogue
mis penas, que, de esa forma,
guiarás mi enclaustrada vida
con aquella luz lejana dorada
de un ayer que hoy se resiste
y que entonces eran las aguas
donde habitaba la esperanza.





Autor
Antonio Carlos Izaguerri.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario