sábado, 9 de mayo de 2020

QUE NO SE TRUNQUE LA VIDA.


Dejar que el viento acaricie,
dejar que el roble de sombra,
dejar que sea la artífice,
la voz que adorne la boca.
Dejar que el amor sea el fin,
que en el corazón se aloja.

No dejar que el odio anide,
ni sea el rencor la victoria,
que nade apacible el cisne,
que trine alegre la alondra.
Que no se pongan fronteras,
al corazón y a quien ame.

Tiembla el tallo con la brisa,
y con el amor la carne,
como conmueve las fibras,
el sentimiento que nace.
Que no frene la avaricia,
la verdad de quienes hablen.

Dejar que crezcan los árboles,
que la tierra sea la madre,
que a los seres amamante.
Dejar que viva el distinto,
con sus derechos , sin hambre,
sea la humanidad la clave.

La diversidad enriquece,
praderas, montes y valles,
en la múltiples especies,
de seres que aman y sienten.
La paleta de colores,
que da belleza, sin nombres.

Amar sin tregua y sin prisa,
que se funda en el paisaje,
que solo existan cadenas,
de personas que se abracen.
Brazos y manos se extiendan,
para ayudar a quien yace.

Se va aproximando el alba,
con sus cristalinas luces,
la luz poblada de vidas,
pero que no falte nadie.
Que el mar sea un lago sin ira,
donde la vida se bañe.





Autor
Antonio Carlos Izaguerri. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario