Hoy tampoco tengo suerte.
¿Por qué me niegas tu piel?
Sin rastro de negra muerte.
¿Por qué me haces beber hiel?
Permite que te devore
o tendrás que perecer.
Permite que te devore,
que lo disfrute a placer.
Cada día un poco mueres,
cada día menos eres.
Se huele el final fatal,
de tu suicidio fetal.
Si me dejas devorarte,
no precisaré matarte.
¿Qué será de tu existencia?
Si hasta tu perro se ha ido,
se ha venido aquí conmigo.
Te ha perdido la paciencia.
Hasta el futuro ha venido
a mear ruedas de un carro.
Estos carros tan distintos.
Sigue fiel a sus instintos;
conservando el mismo miedo,
miedo ancestral al infiel.
El mismo que tienes tú
a que me vista tu piel.
Te has atascado en el lago,
ganas me dan que te ahogues,
así, esta historia la acabo:
tú en Francia te quedas muerto,
el perro meando ruedas
y tu padre tan contento,
que de tu padre se ocupa
el abad de algún convento.
Déjame que te devore,
no me niegues el placer.
Permite ya que me acerque
y que me vista tu piel.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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