En el frío de la madrugada,
sentí tu tibia mano
acariciando mi cara,
sabía muy bien que eras tú.
Un amoroso beso
depositaste en mis labios callados,
sólo mi respirar se escuchaba en el cuarto.
Quise abrir los ojos
para mirar tu rostro,
pero no pude, sólo en mi corazón
sentí tu presencia cerca.
Al fin, cuando desperté
y recordé ese beso lleno de cariño,
percibí tu suave aroma en mi almohada,
indudablemente fuiste tú,
quien en la madrugada
me hizo sentir tan bello momento.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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