Hecha de sol,
la enamorada vida,
de luna la nostalgia,
de tibio resplandor,
de luz y bruma,
de voz enmudecida.
Un sonoro clamor,
desde la cuna.
Amor a contraluz,
de voces desmedida,
pletórica de carne,
de sangre enfebrecida.
Amor de esclavitud,
o libre cual locura.
Adverbio la razón,
de saciedad y gula.
Cordura intransigente,
voraz, tenaz cordura,
memoria intolerante,
que decrece sin más,
fiel calentura hirviente.
Sensato el corazón,
entre la espesa bruma,
sembrado de simientes.
Arropa el corazón,
a la locura volátil,
que en el éter se esfuma,
como la espesa espuma,
esponjosa e inhábil,
que arrebata y abruma.
Se viste y se desnuda,
se espesa y se diluye.
Siempre construye,
la vida en carne viva,
sin viles ataduras,
sin grilletes con nombre,
libre y desnuda.
A flor de piel la aurora,
en el pecho fruncida,
de textura de sangre.
Flor cautiva y presa,
en la oquedad oscura,
donde se acuna el hambre.
Versátil y traviesa,
pasión que se desliza,
meteoro que arrasa,
tormenta que acuclilla,
de apariencia perversa.
Amor de corazón,
y de amapolas llena,
la razón que le expresa.
Una leve pavesa,
que al viento reta.
Amor de sinrazón,
y de nobleza.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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