Se busca la esperanza,
que se escurre y esquiva,
sortea las tormentas,
los tornados elude,
y vendavales cruza,
como veloz saeta.
Mira de frente al tiempo,
que sin freno se esfuma,
amante inalcanzable,
la esperanza que abruma.
Bebe del tiempo el orbe,
yanta del orbe el Hombre,
y seduce quien ama,
al esquivo Universo.
Al infinito mira,
el vacío que le envuelve,
y en un frágil momento,
se ha disuelto la vida.
Cancionero de sueños,
de esperanzas dormidas,
como si un tierno arrullo,
acunara la vida.
Miró entre las estrellas,
con los ojos que miran,
y descubrió entre ellas,
donde el secreto anida.
Entraron en tropel,
en las entrañas mismas,
en cada poro abierto,
de la piel que transpira,
donde la vida late,
arrítmica y cautiva,
donde el amor se duerme,
en las suaves caricias.
No se escapa la luna,
ni el sol busca la huida,
es un secreto a voces,
la magia que cautiva,
del sueño al despertar,
del ocaso a la vida,
al ser la pesadilla,
cambiante y reflexiva.
La esperanza te envuelve,
con su manto de brisa,
una aureola que brilla,
un resplandor suicida,
incomprensible y mística,
incolora se siente,
se devora y se extingue,
una llama infinita.
Entre el amor y el tiempo,
se ha quedado la prisa,
de rodillas gritando,
su veloz embestida,
entremedias bailando,
la esperanza se anima,
y un coro de momentos,
se han pausado en el tiempo,
contemplando la vida.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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