Mi alma marchitada
Sobre su fracaso se derramó 
Una caricia de lágrimas. 
No tuvo vida: 
Entonces mi fatal desesperanza, 
En mi fatal tormento y dolor 
La pérdida de mi adorada. 
Cómo la nombra mi cerebro 
Con su amor y fragancia, 
Y siempre será mi eterna 
Rosa tierna de mi alma. 
Murió de un mal de amor 
El alma ya no es sabia, 
Dios le tenga misericordia 
En el día de su llegada, 
Y en la diestra de su reino 
Amor en su fragancia, 
Que no palpite el recuerdo 
De cómo murió su amada. 
Autor 
Antonio Carlos Izaguerri 
 
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