Dedicado a Luz del Carmen.
Confieso, cariño,
que ya te quiero de un modo sin igual.
Confieso que me encanta estar contigo,
que disfruto inmensamente de tu lado caminar.
Disfruto las tardes platicando
de tantas cosas como nos es posible.
Confieso que disfruto inconfesablemente
ver tu cara de seriedad
con una sonrisa apenas perceptible.
Confieso, para que sepas,
que me encanta como no tienes idea,
la forma de tus labios,
tus grandes mejillas,
lo grueso y delineado de tus cejas.
Disfruto,
aunque no te lo haya dicho,
recostarme sobre tu hombro,
sentir tu suave tu respirar;
perderme en el olor de cuello,
viajar entre tus lunares,
jugar con tu pelo negro oscuridad.
Me encanta la calidez
que hay en tus abrazos;
ésa que aleja las penas,
los miedos, los fracasos.
Te confieso que podría dormir
tranquilamente recostado en tu pecho,
con el latir de tu corazón por música:
podría morirme entre tus brazos.
Podría morirme contigo, viendo las estrellas
en la inmensidad de la noche.
Podría pasármela contigo
en vela toda la madrugada.
Si fuera recorriendo el camino suave de tus piernas,
hasta tu delicado vientre,
abrazando tu cintura perfectamente curvada,
si fuera sintiendo el roce de tu piel
y en mis labios tu aliento:
yo ya no necesitaría más nada…
Te confieso que ahora me ataca la fatalidad del destino
y de perderte ya tengo un miedo desmesurado.
Te confieso que me falta algo cuando no te tengo,
que muero un poco cada segundo que no estás a mi lado…
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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