AMADA, son tus ojos dos escarabajos negros,
sendos besos oscuros de la noche en la greda.
A cada reverbero primaveral de tu sonrisa,
mi corazón estalla y se hincha de ternura.
Pudiste ser el agua que elevara mis raíces,
en el bosque de fuego, por tu voz conducidos.
Pero nadie, sino yo, vio como un largo túnel
separaba, gemelas, a sangre y fuego nuestras almas.
Quiero que tus manos no sucumban a las horas del desvelo,
que un golpe de ala enamorada te corone con delicia,
y que sólo dignas llaves, abran la puerta de tus sueños.
Yo me llevaré el recuerdo de tu clara frente,
cuya blancura desafía al verdor de los limones,
los poderes del aire, la llama del cereal, danzando en tu
cintura.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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