(Ya muchos años sin verla.
La voz que sólo yo oigo, me dijo:
¿te consumirás también en ella?
Y un suspiro despliega sus alas invitando a escribirle;
solo veo una pluma caer del cielo,
y un mundo para ganar)
Una pluma cae del cielo;
Etérea, blanca, a medida perfecta,
con un arco iris a tus pies.
Vas, a uso de poetas nocturnos.
Mujer, impalpable juventud.
Niña, más que una mirada.
Escarbas en lo profundo
enriqueciendo paroxismo inexplorados,
voy tan cerca de tu paso
con el gesto como labrado en mismidad,
o esmerilado en algas,
y tu mar:
aletargado, insaciable,
incomprendida entre los caídos,
inicio tu forma deseada.
Preciada a la distancia,
tan ausente,
como bella catarsis.
Del cielo eres y su plenitud
y lo que siete años declaran:
no soy un final feliz,
ni mucho menos una pluma en suspención.
Tú, que degradas mi juventud
y sucumbes ante su eje
sin poder tocar su cielo
ni ver su estera celeste caer.
Tantas veces perdida por fuera,
tantas veces podrida por dentro,
empujada por su gravedad.
Y tu silencio,
incomprendida.
Ángel que nunca supe,
ángel que nunca pudimos.
Una pluma cae del cielo;
Etérea, blanca, a medida perfecta,
con un arco iris a tus pies.
Enajenada de los sentimientos,
desahuciada entre las estrellas,
lentamente consumes mi vida,
sigilosa en tu proceso,
sin temor a la venganza,
sin temor a lo que digan.
Pero en serio...
A uso de poetas nocturnos.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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