Tus manos aviesas se deliran por mi cuerpo
como gotas van desvistiendo la humedad condensada de mi
piel.
Se entrometen, se acentúan, se apoderan,
serpentean; van devanando las hebras del deseo sin después.
Tu boca siempre inquieta corretea por el llano
de mi vientre palpitante que la aloja en su más preciada
calidez.
Se desata, se confunde y se aprisiona,
me remonta como viento huracanado a tu propia desnudes.
Y entre ir, volver, sentir, latir… Tu sabor y mi aliento
se aúnan en afinar, extinguiéndose despacio para pronto
renovar.
Rebasa la ternura mil fuegos de encendido ilimitado;
tal despliegue cuerpo a cuerpo; colosal desbocarme en tu
mirar.
Y entre más, buscar, tenernos… Tu susurro y mi anhelo
danzan como las olas briosas y envolventes en este
aglutinado elixir
del encuentro, del ensamble, del imperioso sentir.
Nos perdemos, nos tallamos entre tu ser y mi río,
dejándonos coincidir.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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