Fue un instante vacío, sin la felicidad, exiliada,
donde explotara sin demora aquella
oportunidad;
fue la primer caricia lo que encendió tu
mirada
en mi pecho eterno fuego de lejana vecindad.
De premura, para que la llama no se apagara
corté mas madera añejada por mis experiencias
con la intención de ver en ello lo que
resultara
si al final amor ardía, fruto de tu presencia.
Cerca de la medianoche, en ambos corazones
el calor ardiendo con su expiración hacía
trizas
que decidían en la fogata vestigio de pasiones
deseando renacer, cual Fénix, de las cenizas.
Inexperto en el arte de alimentar mas brazas
fueron besos tuyos los que avivaron
continuación
de un encuentro a fuego lento, pues te fui
caza,
volcando tu feminidad furtiva sobre mi razón.
Definido en la certeza de este amor practicado
por cada quemadura de placer así ante lo
sentido
tu infierno termino convertido mi juego soñado
avisando al cielo, mi alma, a ti había
vendido.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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