Escondido por entre la hierba silvestre
abrió nuevamente el trébol
no quiere que lo vea el sortilegio
ni la magia que se vende por dinero.
Él tuvo la ingrata y cruel fortuna
de nacer con cuatro hojas
y por ser tan finas sus hermosas formas
egoístas para usarlo a él lo buscan,
y por ello ocultándose del sol
prefiere vivir entre penumbras.
Pareciera culpable de ser hermoso
mas la belleza es cosa por demás fortuita
pues pudo ser solo un abrojo más del campo
o la hierba que inclemente el Sol marchita.
Él no escogió inspirar las poesías
dónde los versos hablan de su encanto,
si en verdad la suerte estuviera de su lado
no viviría con el alma tan vacía.
La edad y la belleza no son virtudes
no hay quien sea joven porque quiere
ni quien untándose de cosméticos mil anaqueles
haga que su belleza por siempre nos deslumbre.
Así es ella, como un trébol queriéndose ocultar
de todo aquel que ambicione su belleza
soñando que vendrá a quien pueda amar
y que la ame tan solo por ser ella.
Hay estrellas que a lo lejos son hermosas
pero son tan solo rocas congeladas,
así es la belleza que artificial engaña
invita a todos a volar,
y ni siquiera tiene alas.
El trébol morirá como cualquiera
pues como cualquiera él ha nacido
su belleza es grande en primavera
pero en invierno habrá quedado en el olvido.
Es la vida un puñado de quimeras
que redundan en amar y ser amado,
y esta mujer prefirió vivir entre los cardos
a que por bella… la quisieran ver usada.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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