viernes, 18 de mayo de 2018

EL AMANECER DE AMOR.


Cuando desperté ahí me encontraba, mirando esos ojos,
con ese resplandor que iluminaba mejor que el sol.

Su piel tan cálida como tarde de verano
y esa suavidad reflejaba esa sencillez
que habitaba en su corazón.

Cuando miraba sus manos, sabia con toda seguridad,
que esas eran las que iban a encajar con las mías,
formando una perfecta armonía, armonía que querría
repetir por el resto de mi vida.

 Estar en sus brazos y nunca querer desprenderme de ellos,
sentir su respiración era una ecuación que deseaba resolver, una y otra vez.

En el atardecer sabía con toda seguridad que me dará
de comer con su amor a mi corazón.

Esa sensación que no tiene explicación, no podrá ser otra cosa que amor,
y el estar sin ella implicará perderlo,
perder esa luz que iluminaba mejor que el sol,
perder quien apagase mi razón y encendiese mi corazón.




Autor 
Antonio Carlos Izaguerri 

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