Ayer me fui a confesar
y tuve por penitencia
que al dejarte de besar
Dios me dará su clemencia.
Dijo serio el sacerdote,
¡Apártate ya del mal
o el diablo con su garrote
te hará la vida infernal!
Mas yo me quedé pensando,
¿Existe más cruel castigo
que vivir siempre penando
sin tenerte aquí conmigo?
Eso es vivir el infierno
antes de que yo me muera,
mejor que me salgan cuernos
o que me asuste mi suegra.
Quise convencer al cura
con tu foto, tu sonrisa
pero gritó con locura,
¡Sí es mi hija María Luisa!
Oiga padre, ¿El celibato?
si no se pueden casar,
¿cómo es que tuvo a esta niña
que a mí me puso a pecar?
Mira gilipollas,
su mamá besaba igual
pero yo no soy su esposo
fue relación natural.
Mas te daré un gran consejo;
no andes contando tus cosas
que la vida es un convento
con monjitas bien sabrosas.
Terminé mis oraciones
y al ir donde María Luisa,
vi a su mamá con tacones
y lo que pasó en sus sillones...
¡No lo sabrá ni la brisa!
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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