Se acercó muy de mañana, me dio
la mano iba vestida color ceniza,
entró en el alma, desde entonces
es mi compañera y nueva amiga.
Me abraza suavemente ya no me da lágrimas,
solo melancolía, duerme debajo de la almohada,
o metida entre los
pliegues del alma, cuando
cierro los ojos, veo aquellos otros negros que
me miran sin enojos, los abro, y ella me sonríe
me dice, te doy la nostalgia, sin desgarrar tu alma.
Yo le digo, ya he dejado partir a mi amado,
sé que no sufre, ni me
mira ni viene a mis
sueños, mi nueva amiga ahora vestida de nácar
sigue sonriendo dulcemente, se acerca me prepara
un café con leche templado, yo le digo.
Buenos días tristeza, mira como amanece, la alborada
espera paciente las pinceladas de oro del sol, así lucirá
su encanto, yo me levanto y ya el día va empezando...
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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