Mi amor, estoy desdichado,
por la contundencia de tu cabeza
diciéndome que no.
Rechazado, sin aliento.
Ven amor, acércate.
Escucha como cae mi corazón marchitado,
haciendo un estruendo en mi interior,
desapercibido al amor.
Muero amor mío.
Fuiste la primera a quien lo revelé.
Te costó afrontarlo, tartamudeabas.
Pero lo hiciste.
Me quebré hasta que mis pedazos se convirtieron
en ceniza para el olvido.
Volé por todos lados, indireccionado,
inmutado, cabizbajo.
Escuchaba tu nombre hasta en la isla más remota de la
galaxia.
¿Qué me pasaba?
Nada poco común, supongo.
Solo era un humano que amaba y soñaba
con rozar la seda de tus dedos.
Te olvidaré amor, me haces daño.
No soy propio de ti, lo sé.
¡Dios, pero miren que mujer!
como no intentar ser tu esclavo
si me sometes con extrema dulzura.
Nunca había experimentado golpes en verdad deleitables.
Relegaré todo, no te apures.
Tu amor no era lo suficiente ensordecedor como el mío.
Duele, pero lo acepto.
Te extrañaré para las infinitas eternidades.
Esperando quizá, a que con suerte me ames.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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