Baja el manantial saltando,
de piedra en piedra,
sus cánticos susurrando,
como cantan los poetas.
A flor de piel como hiedra,
las caricias van trepando,
palmo a palmo,
como trepadoras cepas.
La hierba sobre la tierra,
a su carne decorando,
con un vestido de flores,
mientras se oyen en la siesta,
mil cigarras declamando.
Cubren la espumosa arena,
miles de vidas que tiemblan,
corriendo como posesas.
Gota a gota, sin llorar,
cae la alegre primavera,
desplegando la paleta,
de colores que la crean.
Brilla el fruto en el cerezo,
las flores en el almendro
y los ojos se entretienen,
en sus mágicos reflejos.
Baila el jilguero en el aire,
aleteando su cortejo.
Danza el Sol en el espejo,
de las aguas cristalinas
y se quedan al socaire,
esperanzas y alegrías.
La vida vuelca su ser,
en la vida que germina.
El viento juega al veo veo,
bordeando las esquinas,
mientras sopla el huracán,
en el enfadado mar,
que riza su inmenso pelo.
Así la vida culmina,
en el cenit de su amar,
renaciendo una vez más,
de sus extintas cenizas.
Sabe el amor que es verdad,
que aunque acaba, no claudica.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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