Detrás del horizonte hay otro mundo
un mundo hecho a la medida de los dos
un mundo donde todo tiene vida
donde no existen la pena o el dolor
Detrás del horizonte hay un mundo,
un mundo forjado para los dos
un mundo que se alimenta de lo que sentimos,
que se alimenta de la consumación de nuestro
amor
La cama de rosas en el valle extendida
bajo el extenso manantial de luz provisto por
la luna
donde no hay abrigo más que el calor de tu
cuerpo
donde no hay preocupación más que la de sentir
tu boca
Tus manos han marcado un camino en mi cuerpo
un camino que sólo tú puedes recorrer.
He dibujado tu silueta en el firmamento
he sido tuya cada noche hasta el amanecer.
El fresco aroma del eucalipto en las mañanas,
el canto de las aves en nuestros oídos
y tu respiración en mi cuello marcada
al compás de las aspas del molino.
Renace, crece, se aviva la llama,
su apaciguan la furia y la desesperación,
en el crepúsculo se encuentran nuestros
cuerpos
y al amanecer se difunden las cenizas del amor
Esas cenizas que vuelan con el viento desde
nuestra cama
y que se esparcen por todo nuestro alrededor,
esas cenizas que se convierten en semillas
y que van llenando nuestro mundo de esplendor
Tengo que decirte que he perdido las llaves
no hay manera que alguien más aparezca en este
mundo de los dos,
porque precisamente sólo tú tienes cabida en
mi alma
y sólo yo soy la dueña absoluta de tu corazón.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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