lunes, 30 de marzo de 2020

MI MUSA PRIMIGENIA.


Ni siquiera la obscura bruma de la noche hacía desaparecer tu hermosura, allí apareciste, en medio de la penumbra, producida por una pálida luna.

Tus Pupilas dilatadas, tu cabello negro azabache, tus pecas en la cara y mi mirada encantada con semejante  musa personificada.

Fue tanta mi admiración por ese rostro ¡oh, aliento que vivifica!.

Solo tú puedes hacer retoñar con tan suaves caricias a una flor que creían marchita, tienes ese poder, eso de mi alma nadie me lo quita.

Pionera de mis escritos, primigenia en todos mis  versos, solo tú me entiendes por eso contigo converso.

Sabes mezclar y tocar lo profundo con lo trivial, me haces percibir la azúcar como sal y viceversa,  volviendo todo un desorden en mi paladar cuando degusto tus labios al besar.

De mí tienes lo más puro: un corazón restaurado, probado en fuego y que no te va a defraudar, pues no hay conjuro que pueda atarlo al mal y mucho menos si estás a mi lado.

¿Ahora si te queda aclarado que no te he olvidado?





Autor
Antonio Carlos Izaguerri  

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