Suaves palabras que llegan,
como impulsos que te hablan,
como latidos que marcan,
el ritmo de la esperanza.
Tiernos brotes de locura,
que crecen como las salvia,
para aderezar los goces,
en las profundas nostalgias.
Sabores que se quedaron,
de las auténticas ganas,
sensaciones que se alteran
o que dan paz en la calma.
Ráfagas de pensamientos,
que afloran como andanadas,
de sutiles sentimientos.
Difuminados deseos,
diluidos en recuerdos,
atrapados en las sombras
que van dejando los hechos.
Pulsaciones de nostalgias,
conservadas como flecos,
que se bambolean sin tiempo.
Un pensamiento que salta,
esquivando sentimientos,
aproximándose al alma,
quedándose prisionero.
Un pálpito que seduce,
otro que vive lo neutro
y un tercero que se escurre,
para anunciar lo certero.
Contraluz en las verdades,
que van dejando los besos,
sombra y luz como avatares,
insinuándose sinceros.
Cultivadas melodías,
que armonizan con lo bello,
como brillos de alegría,
asomándose a lo auténtico.
Palabras que van quedando,
sumidas en los recuerdos,
como impresas en los huesos.
Eternas notas que suenan,
repitiendo los anhelos,
que quedaron sumergidos,
en el lago del silencio.
Amor de sutil aroma,
impregnándose en el cuerpo,
como esencias que segregan,
glándulas del sentimiento.
Amor que vive y perdura,
como vive la ternura,
sin perecer en el tiempo.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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