Prendió la chispa temprana.
En la emoción se engendró,
el embrión de la palabra.
Con una fuerza inaudita,
la inteligencia brotó.
Y como una exhalación,
surgió el amor de la nada.
Brota el tallo de la tierra,
de la simiente que ama.
Vagó sin rumbo el deseo,
buscó sin cesar la aurora.
En la ausencia se encontró,
con los perdidos anhelos.
En el vacío que queda,
en los insondables huecos,
susurran las alegrías,
con palabras sin acento.
Noches de eterna vigilia,
donde no caben los cuerpos.
Soñando entre las fronteras,
vacías de pensamiento.
Donde solo el sentimiento,
en los vacíos se queda
Duermevela de los años,
que van acuñando el tiempo.
Valor de sentirse noble,
anclado en la comprensión.
Conmovedora emoción,
de singulares matices.
Versátil conocimiento,
que busca amar lo diverso.
Empapado por la tierra,
que su dolor reconforta.
En la sonrisa que aflora,
cuajada de sentimiento,
Se leen las hermosas notas,
de tan sutil instrumento.
Placeres entre las rocas,
que ablandan el corazón,
como arenas que se mojan.
Solsticio de la ilusión,
en una perfecta estrofa.
De la llana comprensión,
nace la afición temprana.
Una crecida riada,
bañada con la ilusión.
Rompió la reja el amor,
que en los mares del saber,
la brutal fuerza amenaza.
Como lirios la templanza,
en el blanco hace el honor.
Nació la dicha sin tiempo,
eternamente aplazada,
sorteando las mareas,
que la elevan y rebajan.
Nació del fondo la hoguera,
donde sobran las palabras.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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