En la oscura soledad,
donde habita la memoria,
se mezclan frías derrotas
con resonantes victorias.
Batallas que se cruzaron
y guerras que se perdieron,
en una lucha entre egos,
entre palabras y acentos.
Camina ausente la vida,
de los furtivos recuerdos,
que veloces transitaron
sin estelas y sin verbos.
Fugaces surcaron vidas,
sin señales de sus halos.
En viejas encrucijadas,
confundidas con los años.
Se fue acercando despacio,
de puntillas, entre amagos.
Se aproximan a hurtadillas,
como un felino en el páramo.
La voz se va engrandeciendo,
mientras renace la vida,
en los confines del tiempo,
nota a nota, paso a paso.
Franjas de luz donde habitan,
las pasadas alegrías,
fundidas con letanías,
de acariciadoras voces.
Entre cirros de sonrisas,
trasnochadas y perdidas.
Perfumadas las caricias,
que dieron amor y goces.
En las oscura soledad,
se blandieron los amores,
luchando con la apatía.
Guerreras fueron pasiones,
para remontar las cimas.
Aguerridas pretensiones,
de sentimientos y dichas,
forjadas entre ilusiones.
Camina ausente el dolor,
del amor que sacrifica.
Mientras las vidas en flor,
nacen, viven y claudican.
Sollozos del corazón,
de dolores y alegrías,
que van construyendo vidas,
por dentro y en derredor.
Lento o frenético gira,
el poso que va quedando,
en las vidas que germinan.
Cada giro una ilusión
y la dura realidad,
que abofetea y palpita.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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