jueves, 23 de abril de 2020

MADRE TIERRA.

El rostro se demudó,
al contemplar la belleza,
en su plenitud plasmada,
como una temprana rosa.
Absorta ante su grandeza,
quedó presa su mirada.
Al regresar al mañana,
vio su pequeñez impresa.

Cantando el mirlo en la rama,
bordó de risas la escena
y su canto desbordó,
la propia Naturaleza.
Una sonata temprana,
que en la mirada penetra.
Llegó su poder al alma,
para embellecer su esencia.

Bailó el colibrí su ritmo,
retando a la gravedad,
fue tan grande su verdad,
que hizo llorar a las piedras.
Su vertiginosa vida,
a los corazones templa.
Su belleza sin igual,
vive en la mente que piensa.

Senderos quiere el amor,
libres de toda maleza,
donde transitar sin miedo,
donde abrazar sin pereza.
Caminos por recorrer,
con la libertad a cuestas,
la mirada en lontananza
y las caricias de cerca.
Sembrar sin fin la cosecha,
con las verdades auténticas.

Vientre de la Madre Tierra,
que gesta tanta belleza,
alimentando a sus hijos,
sin un rictus de sospecha.
Tierra madre que nos das,
generosamente eterna,
con tus amorosos brazos,
amparas a quien te acepta.

Madre Tierra que me amas,
que solo el respeto aceptas,
para tus seres parir.
Marginada y seducida,
por el odio más febril.
Das tu amor a quien te ama
y a quien te hiere, dolor.



Autor
Antonio Carlos Izaguerri. 

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