viernes, 17 de abril de 2020

NO SE PARTE, AUNQUE SE DOBLE.

El eco dijo a la vida,
el eco de la verdad,
que al final de la partida,
son los pasos nada más.
Cada huella merecida,
cada regalo de vida,
que se entrega a los demás.

Lloró la rosa en el alba,
al descubrir la mañana,
los pétalos satinados,
mirando nacer el día.
Dejó su esencia en el aire,
para envolver a quien ama.
El aroma de su carne,
se confundió con el alma.

El espacio se llenó,
con la claridad que emana,
del sentimiento que mana,
del sincero corazón.
Versó la vida la savia,
que alimenta la razón,
la fuente certera y sabia,
que al ser vivo amamantó.

Quedó la voz suspendida,
en un suspiro de amor,
con el aliento queriendo,
dar su cálido sabor.
La brisa quedó prendida,
del viento que no sopló,
en el entreabierto espacio,
que queda entre a amor y amor.

No se rinde la pasión,
ante la ofensa infringida,
cuando es más fuerte el amor,
que la explosión repentina.
Se fue, quien viaja deprisa,
sin mirar al rededor.
El junco al viento se inclina,
pero retorna y se estira,
desafiando al ciclón.

Dejó el eco de sonar,
tantas veces repetido,
solo quedó su sentido,
flotando en el corazón.




Autor
Antonio Carlos Izaguerri. 

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