domingo, 26 de abril de 2020

SOÑAR DESPIERTOS.

Al despertar la mañana
van despertando las ganas.
Las ganas de bucear,
en las corrientes que pasan.
Corrientes de los deseos
que bullen entre las aguas,
efímeros o forjados,
con el fuego de las brasas.
Brasas de firmes promesas,
que en la vida se desangran.

Buscó el viajero el recuerdo
en cada paso que daba
y las promesas volvieron,
a recrearse en su cabeza.
Entre las espesa hojarasca
va quedando la confianza,
ajada por los desmanes
de quien no respeta nada.
El viento empuja su espalda,
para agilizar su marcha.

Despierta el duende escondido
que habita ente la maraña,
de entretejidos sentidos.
Y se va desperezando,
como despierta la sombra
cuando la luz se ha perdido.
Crujen los trágicos huesos
ausentes en el olvido
y sueñan que se despiertan,
los hechos acaecidos.

Soñar que se está despierto,
para soñando, estar vivo.
En las silenciosas voces
que arengan en los oídos,
se van nombrando sin nombre
los sinuosos caminos.
Soñar que pensando llenas
de las dudas su vacío.
En la duermevela plácida,
se despeja lo vivido.

Se fue quedando en silencio,
se replegaron los gritos
y la ausencia del sonido,
dejó desnudo lo auténtico.
Se transformaron las notas
en gestos, muecas y signos.
Quedó la palabra al pairo,
del viento de su sonido
Y las voces esperaron,
para dar tiempo al sentido.

Al despertar la mañana
se disuelven los idilios,
como jirones de sueño
en las sábanas perdidos.
Al alba se quedan mudos,
los amorosos sonidos.



Autor
Antonio Carlos Izaguerri. 

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