miércoles, 13 de mayo de 2020

AÑORANZAS Y MORRINAS.


Irrumpen las añoranzas,
a veces con tanta fuerza,
que como una daga sajan,
la carne de la entereza.
Se van dejando después,
una sensación de pánico,
en el vacío que dejan.

Los recuerdos van y vienen,
como la luz y la sombra.
Haciendo añicos la pena,
dolor al frágil momento.
En voz alta se prodigan,
se amodorran en silencio.
Ni tan lejos, ni tan cerca,
se diluyen o se engordan.


Camino de la esperanza,
cada paso es un destino.
Cada aliento es un recuerdo,
de los momentos vividos.
En cada sutil mirada,
el afán de comprender,
lo que hay y lo que falta.
Senderos que recorrer,
dejando por el camino,
experiencias y palabras.

El viento sopla sin rumbo,
de sus bandazos se nutre.
En cada zarpazo azota,
lo bello y lo que se pudre.
No se detiene en maneras,
ni a la belleza sucumbe.
Como atraviesa fronteras,
sube las más altas cumbres.
Su fuerza es la indiferencia,
que igual que roza, destruye.

Nostalgias vienen y van,
como mandobles de viento,
que redoblan sin piedad,
preñando cada momento.
Atrapadas en los sueños,
como en la nieve el viajero.
Morriñas que se acurrucan,
en los dobleces del tiempo.
Como se aferra la hiedra,
a la piedra y al cemento.

Sendas de intrincados giros,
de atajos y vericuetos.
De instantes ahítos de frío,
o abrasadores momentos.
Encrucijadas que obligan,
a decidir el camino.
Y veredas farragosas,
que confunden al viajero,
que hollando sigue el sendero,
preso en su conocimiento.

Se va desnudando el alba,
de negros ropajes viejos,
Arrebatando a las sombras,
las luces que lleva dentro.
El sentido se despierta,
dejando detrás el sueño,
que de puntillas se aleja,
a su natural encierro.





Autor
Antonio Carlos Izaguerri.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario