Se escuchan los cantos que canta el arriero,
que va por los campos sembrando sus penas;
se escucha del joven, su grito guerrero,
que busca con ansias romper las cadenas,
Se siente en el alma, la sombra ominosa,
que deja los rastros de cruel dictadura;
y vibra en las venas, la sangre furiosa,
buscando sin tregua, de paz, su ventura.
Caminan erguidos los nobles empeños,
del pueblo que busca, de luz sus matices
y brilla su frente, cargando los sueños
de aquellos que fueron, de lucha, raíces.
Volando por cielos de oscuras estrellas,
se miran las alas de Santa Justicia;
que observa su nido, que tiene las huellas
de mentes nefastas, con faz de codicia.
Mas surge horizonte con haz de esperanza
que luce las galas de tantos anhelos;
que vienen bordados de digna templanza,
que lleva la insignia de nuestros abuelos.
Por eso la patria respira profundo
sabiendo que pronto será liberada,
de seres oscuros, del negro inframundo,
que llena de sangre, la tienen postrada.
¡Y habrán de escucharse las regias campanas
que tañen repiques de hermosa victoria;
trayendo noticias de nuevas mañanas
cubiertas con mantos de espléndida gloria!
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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