De la vida sencillez,
bella flor sin maquillaje,
sinceridad en la piel
y ligero el equipaje.
Del cariño inmediatez,
que no sea tan largo el viaje
y buscar la sensatez,
en la ira que subyace.
De los errores la pausa,
para mirarse al espejo
y mirándose por dentro,
buscar del error la causa.
Transcurre el tiempo,
como un tozudo viajero,
en sus alforjas las vidas,
repletas de amor y sueños,
de codicias, de mentiras
y de erráticos anhelos.
Del corazón el latido,
en un compás duradero,
que lata al ritmo que exija,
el cariño y el respeto.
De la palabra la entrega,
en los matices la esencia
Y en el sonido la pauta,
para evitar la estridencia.
Verdades entre mentiras,
entre el grano la cizaña,
como gestos que delatan,
la sombra de la guadaña.
La luz en la sombra anida,
como amor en la mirada
como manos que acarician,
mientras otras arrebatan,
de los semblantes la vida.
De la melodía la nota,
como versos en la estrofa.
De los ojos la mirada,
que se mofa o reconforta.
Del placer en la visión,
que a la retina arrebata,
como apasiona la flor,
que en su belleza hace gala,
perfumando su interior.
Del verso la desnudez,
sin maquillajes ni afeites.
Del amor la sencillez,
con la verdad en la frente
y en la tierna calidez,
de la vida que está en ciernes,
la cualidad de ser libres,
con la dignidad en el vientre.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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