La espesa noche tenebrosa
que con su obscuro manto atrapa,
perturbando vida gloriosa
que fría te abraza y traslapa.
¡Oh noche que mal encadenas!
el alma al final del camino,
deja llover las azucenas
sembradas para su destino.
El cielo colmado de estrellas
tus ojos vieron muchas veces,
logrando divisar las huellas
del cruel final que no mereces.
La noche trémula aparece
con canto de búhos y grillos,
tu mirada nubla, ennegrece;
con luces gráciles de brillos.
¡Noche umbrosa, trae tu luna!
ilumina el paso cansino,
recibiendo el fruto en la duna
de quien va al descanso genuino.
Cubre con múltiples luceros
para diezmar surtido llanto,
de las familias de viajeros
en su partida al camposanto.
Los versos como crisantemos
guarnecerán en tu epitafio,
con ellos te recordaremos
dibujándolos con el grafio.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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