A mi amiga Shara.
Evaporadas las horas danzan
en pos de la mañana;
taciturna mi esperanza
se cansa de esperarte.
Oh, Lejana compañera,
amada y delirante obsesión
enfrascada en mis días moribundos …
Sedienta de la nada,
enamorado del cosmos te busco
más allá de la soledad de las horas.
Más allá de la sedienta palabra
que al aire evoco, con delirante tristeza,
Yo te añoro largamente … ínfimamente …
Oh, lejana compañera
si tan sólo detener pudiese
el breve espacio de mi tiempo,
pues mi lejana soledad te amará;
a mis decires y a mi anhelo
de encontrarte en el viento …
El desvelo de alcanzarte es más fuerte
que la pasajera lluvia de ilusiones
que mana en mi puerto.
Oh, Amada compañera,
juntos andaremos en los mares de tu tiempo
en la fresca fragancia del viento,
la incansable nostalgia de este puerto
ha logrado empobrecer mi alma,
y en mi culto a tu anhelo vago:
entre la lírica escultura de tu muda presencia
serena … callada … escondida …
Sólo tú puedes comprenderme.
Sólo tú, embriagada en mis horas
y mi anhelante delirio de alcanzarte
¿Dónde estás? ¿Dónde te alcanzo?
¿Por qué camino he de hallarte?
-Regálame tu infraganti sonrisa,
yo inmóvil ante ti, he de posarme.
Oh lejana compañera,
juntos andaremos y navegaremos,
y la tristeza no será de mí presa.
Solamente la inmensidad,
únicamente la brevedad del tiempo,
nada más ha de interponerse
entre la tibia luz que nos unirá en el tiempo.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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