Revélate,
vuélvete tinta indeleble e impregna cada parte
de ti sobre mi cuerpo,
siente el descaro puro de mis manos
y naveguemos juntos sin parar hasta agotar el
último suspiro,
que hará saber al mundo,
que la pasión nos merece un nuevo nombre.
Revélate,
rétame a ir a la conquista de tu derriere casi
bendito
y entre el aroma de rosas
confunde mis sentidos llevados por el frenesí
que en llama viva te reclama,
porque tú, mujer ardiente,
me quemas y consumes a tu antojo.
Revélate,
rompamos paradigmas y amémonos de todas formas
posibles,
paséate vestida de piel frente a mí,
y deja que te admire en flor,
hasta poder desojar de ti
al último vestigio de tanto placer acumulado.
Revélate,
desata en mi al deseo que solo por ti es
llenado
y queda tendida sobre el lecho,
mientras mis dedos hacen remolinos sobre tu
cuerpo entregado,
déjate llevar por tu respiración acelerada
hasta que ya sin sed nos vuelva por fin la
calma,
aquella que traerá el presagio,
de que una tormenta de amor volverá a inundar
la cama.
Revélate,
deja que le muestre al mundo que tú eres solo
mía,
y que el tiempo solo ha sido un requisito para
estar vivos
mientras este amor cruza más allá de sus
senderos,
revélate al fin
y liberada de todo lo que pesa al mundo
déjame hacerte ver que todo lo que necesitas
para ser feliz,
es que, por siempre,
permanezca para siempre junto a ti.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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