domingo, 17 de mayo de 2020

TE PERSIGO CADA NOCHE.


La niebla oscura de la tarde gris me persigue,
la luz del sol que se acerca a mi frágil locura,
sé que me maldicen, y todos callan sus miedos,
siento el cansancio profundo de las  aves muertas,
como flechas navegan en mi cuerpo las dagas,
 silencio,  las miradas de los Otros que mienten,
el verdor que se va, llegan rumores lejanos,
 voces errantes aparecen, los perros ladran,
llora la noche, luces que se apagan lentamente,
ya escucho las eternas plegarias de los muertos.

Soy la sombra gris que se  oculta  entre la gente,
la voz seca y oscura del infierno que te persigue,
 imágenes crueles de la locura aberrante,
 silbido nocturno de los  lamentos que tú escuchas.
Quiero arrancarme la piel amarilla que se pudre,
no existir como un fantasma errante y nocturno,
solitario, atrapado entre cadenas de la muerte,
viendo caer la luna en mis pesadillas cada noche,
veo esas almas aferradas a las paredes rojas,
cargando para siempre con sus penas eternas.

Las nostalgias infantiles de villanos muertos,
la sangre que palpita dentro del espejo roto,
son ritos malignos entre las nubes lejanas,
ánimas celestiales moribundas que se acercan,
las maldiciones que la Vieja arroja cada día,
las manos aferradas a las cruces del cementerio.
Yo miro las imágenes en la ventana nocturna,
vigilo el andar de los insectos que me miran.

Y te recuerdo a ti, caminante, yo te persigo
tú sientes el frío en tu cabello, ese soy yo,
me ignoras, te hablo suavemente, no te asustes,
yo soy la luz extraña en tu piel cristalina,
siempre entro en tus sueños cada noche,
cuando cierras tus ojos y te duermes, aparezco,
conozco todos tus delirios y pesadillas,
no me descubres en tus viajes a otros infiernos,
soy esa sombra sin rostro que te saluda siempre.

Yo me ocultaré en el tiempo, sin luces doradas,
no habrán ojos en el cielo, ni sol para mí,
sin las flores, ni jardín, ni las rosas, sin nada,
llorarán conmigo los eternos peregrinos,
yo dormiré en las aguas de la lluvia fría,
me verán en la neblina de las tardes blancas.

Seré una sombra que te busca, y me uniré
a la cascada infernal de espectros nocturnos
las serpientes enfermas y dementes me verán,
estaré ahí,  en las miradas vacías del alcohol,
caminaré junto a ti por las colinas negras,
 al anochecer, surgiré como cadáver sin rumbo,
en las aguas profundas del sepulcro nublado,
esperaré el momento para crecer en tu mente,
en cada silencio hermoso de tu alma delirante,
no olvidarán los ojos fijos en el silencio.

Tus miedos dormidos serán mi lecho dorado.
te dirán que yo no existo, un recuerdo infantil,
la imaginación fugaz de un viejo moribundo,
dirán que soy maltrato perverso del ayer,
 inventarán novelas doctorales con mi rostro,
soy tu dolor, la suave luz del cielo que no existe,
el compañero enfermo que ocultas en tus bailes,
oscuridad, tu maldición eterna que tanto temes,
la sangre derramada en cada copa de tu lujuria,
los voraces tormentos de voces que no escuchas
soy la fantasía de la niña enferma, que ya murió.

Sólo eso seré, un espectro común en tus sueños,
una alucinación, el arcoíris sin duendes,
 momentos líricos de tu payaso preferido,
repetición mental del peregrino en el espejo,
el que duerme tirado en cada acera del mercado,
 sin compañeros, sin humanidad que te cuide,
tan cansado, sin esencia, sin sueños verdaderos,
duermo del otro lado de la Nada absoluta.





Autor
Antonio Carlos Izaguerri.  

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