En lontananza, apartado de todos y de todas
su silueta se pierde,
y luego, emerge,
de cresta en cresta y de ola en ola,
como un punto de luz apenas luminoso
que en la distancia se pierde y se recrea.
Como una almena imaginaria,
como un espejismo sin ninguna duda.
Abierta una rendija, en la proa o en la popa,
corre el agua
dulce y salada, dulce y salada,
aunque sin sumergirse todavía.
Sus dos cañones por banda, su corneta,
su palo mayor nunca vencido, erguido,
hirsuto rompe velas.
Casi a punto de zozobrar
a cada instante,
pero sin penetrar en la bahía cómoda
y consoladora. El barquito chiquito
en manos de la brisa.
Sobre la ola gigante a la deriva.
Y una vez en la tierra,
recorre, la avenida, la arboleda:
sobre la orilla firme pega un salto.
Luego retoma con arrojo la aventura
fiel a su modo de atacar la ola.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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