Aprendemos a caminar con ideas de lo permitido
y lo prohibido, creamos barreras que navegan en nuestra mente que son como
hilos tan fuertes si estás acostumbrado a ellos, o tan débiles si existe dentro
de ti una batalla, pero ciertamente muchos hilos nos protegen de nosotros
mismos, otros, de personas que no tengan nada que los conduzcan a algún lugar,
que caminan sin sentido y sin norte.
Vamos creciendo y vamos desatando algunos,
según nuestra madurez, porque vamos respirando más lento, y muchas cosas te
parecen no tan malas, permitidas con cierto límite y cumpliendo circunstancias
específicas, otros serán por siempre los que no se debe desatar.
Mientras vivamos iremos formando más hilos,
algunos a los que pondremos nombre y apellido, porque aunque no lo creas,
algunos serán hilos de amor, a los que por nada quisieras desatar y jamás
desechar, quizá serán los más finos, pero los más fuertes porque no solo están
limitando tu pensamiento arcaico, están conectados a tu corazón.
Mientras tu piel cambia y te formas como un
ser humano tan distinto, maduro, analítico, pero también vamos cerrando espacios, no permitimos nuevas
experiencias, no queremos sentir la adrenalina de lo desconocido, no salimos de
la comodidad que te dá lo que puedes
controlar.
Podría asegurarte que te miras en un espejo y
sientes que ese cuerpo no es tuyo, pero lo ves más seguido y aprendes que el
tiempo ha pasado por cada célula y que no es tan malo, solo necesita otro
cuidado, si nos tomamos un tiempo para hacer un detallado análisis de nuestros
pensamientos y actitudes nos damos cuenta que por aquí también hemos cambiado,
pero todo sucede para bien, concluyes que llegó el momento de soltar todo, de
respirar y sentir el aire frío de la mañana, los cálidos rayos de sol al empezar
del día, caminar descalza y sentir, sólo sentir, sólo vivir, sólo reír, solo
soñar.
Sentarte a mirar el ocaso y sentir en tu piel
que poco a poco vamos tomando su forma, con la esperanza que al siguiente dia
distrutaremos de la aurora hipnotizable, libre de esos hilos.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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