domingo, 31 de mayo de 2020

VIVIR.


Aprendemos a caminar con ideas de lo permitido y lo prohibido, creamos barreras que navegan en nuestra mente que son como hilos tan fuertes si estás acostumbrado a ellos, o tan débiles si existe dentro de ti una batalla, pero ciertamente muchos hilos nos protegen de nosotros mismos, otros, de personas que no tengan nada que los conduzcan a algún lugar, que caminan sin sentido y sin norte.

Vamos creciendo y vamos desatando algunos, según nuestra madurez, porque vamos respirando más lento, y muchas cosas te parecen no tan malas, permitidas con cierto límite y cumpliendo circunstancias específicas, otros serán por siempre los que no se debe desatar.

Mientras vivamos iremos formando más hilos, algunos a los que pondremos nombre y apellido, porque aunque no lo creas, algunos serán hilos de amor, a los que por nada quisieras desatar y jamás desechar, quizá serán los más finos, pero los más fuertes porque no solo están limitando tu pensamiento arcaico, están conectados a tu corazón.

Mientras tu piel cambia y te formas como un ser humano tan distinto, maduro, analítico, pero también  vamos cerrando espacios, no permitimos nuevas experiencias, no queremos sentir la adrenalina de lo desconocido, no salimos de la comodidad que te dá  lo que puedes controlar.

Podría asegurarte que te miras en un espejo y sientes que ese cuerpo no es tuyo, pero lo ves más seguido y aprendes que el tiempo ha pasado por cada célula y que no es tan malo, solo necesita otro cuidado, si nos tomamos un tiempo para hacer un detallado análisis de nuestros pensamientos y actitudes nos damos cuenta que por aquí también hemos cambiado, pero todo sucede para bien, concluyes que llegó el momento de soltar todo, de respirar y sentir el aire frío de la mañana, los cálidos rayos de sol al empezar del día, caminar descalza y sentir, sólo sentir, sólo vivir, sólo reír, solo soñar.

Sentarte a mirar el ocaso y sentir en tu piel que poco a poco vamos tomando su forma, con la esperanza que al siguiente dia distrutaremos de la aurora hipnotizable, libre de esos hilos.




Autor
Antonio Carlos Izaguerri.  

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