domingo, 31 de mayo de 2020

AQUEL ESCRITOR RECELOSO DEL POETA.


A plena luz del día,
al escritor
le anocheció de pronto.
No tomó aliento.
No visitó esa Tierra
de los pasos hacia lo posible,
y sintió cansancio al correr del viaje.

No vio el sol.
No escuchó llover.
No rasgó sus manos
con las estrellas o las rosas.
Dentro de su burbuja
dejó a la soledad
venderse a él,
empujarle y cerrar la puerta.

Escribiendo
se repetía en su concupiscencia
con ella
lo efímero de soñar,
lo ilusorio de querer,
lo irreal de vivir,
y se creía esclavo.

Mientras él
y su intrusa melindrosa
se enredaban
en las sábanas
del orgullo,
el poeta
sabiéndose libre
tomó su pasión;
surcó los mares
llegando a la orilla
que le aguarda ansiosa,
siempre que le busca.

Con su ritmo
sin espera
quebró los silencios
de la espuma
de la consciencia;
la colmó de susurros
y un te quiero
sin obligación
ni cuentas.
Le hizo suya
en regalos de nácar;
de caracolas;
de brisa que ardía
en volcanes
de palabras al oído.
Se fundió libre
en los deseos escondidos
y todas las horas
se desvanecieron
para terminarse amor,
en el cuerpo de uno.
La duda de aquel
se les perdió
en el rumor del aire;
en la sal de sus pieles
y la miel
de sus labios,
que no vacilaron
el 'te amo'
en la dimensión
del idilio claudicado
bajo la absurda reserva.

El escritor
buscó placer
en saciarse de quimeras.
El poeta
asido de sus ilusiones
se volvió pócima
y placenteramente
las encarnó
en la musa fiel de sus verdades.

El escritor
le llamó 'kilómetros infinitos'
a la distancia boca a boca,
mas el poeta de los océanos
luchaba conmigo
sin pretensión
de banderas blancas
o laureles,
y por mis dedos
resbalaban sus cabellos
mientras escribió prosas
sobre mi cuerpo
de donde
nacen sus versos
y guía los míos.
El escritor
receloso del poeta,
entró airado
a hurtadillas
la noche de los tiempos.
Arribó ufano
hasta la misma alcoba
mirando
la única silueta
tendida en el lecho
de mi recuerdo
y su ausencia;
se vio absorto
en el reflejo de mis ojos
y al descubrirse, calló.

Aquí en el silencio,
habló el gemir de mi suspiro.
Sí, sólo me escuchó
pronunciar su nombre.




Autor
Antonio Carlos Izaguerri.  

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