Cruzó el límite del tiempo,
rozando la eternidad,
jalonó cumbres más altas,
en pos de la libertad
y se aferró a la verdad,
con la mente en lontananza.
Praderas del sentimiento,
sembradas de corazones,
apasionados rincones,
que esconden mil pensamientos.
Bosques poblados de ideas,
escondidas entre helechos
y bebiendo de las flores,
los erráticos recuerdos.
Amor que habla y que susurra,
sin importar el acento,
matiz que aflora a los labios,
como un arcano secreto.
Sueña sin soñar el beso,
que va encontrando otro beso.
Amor de aristas sutiles,
que perfilan el encuentro.
Cruzó la puerta sin miedo,
con el valor del maestro
y aprendió de los errores,
de su efímero concepto.
Bajó sin prisa hasta el foso,
donde es más puro lo bello
y deambuló entre cometas,
bien aferradas al suelo.
Amó con la misma fuerza,
a lo abstracto y lo concreto,
a la vida y a la sangre,
amor nítido y sincero.
Colmó de saber sus arcas,
bebió del conocimiento
y fue plantando respeto,
en inhóspitos encuentros.
Cruzó la vida en la sombra
y en la luz de sus intentos,
bordó de flecos el surco,
de los pasos de su peso.
De las procelosas aguas,
extrajo sus sentimientos
y abrazó vidas con fuerza,
para sentirse por dentro.
Amó y cruzo, como un dardo,
la vida en sus recovecos.
Que no se paren las olas,
que zarandean los secretos.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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