Tus ojos son como dos esmeraldas,
Joyas de faros de luz encendidos,
Donde mi alma se posa adormecida
De su largo vuelo, opiáceo y rutilante.
Son tus verdes mares que mi barca
Embelesan, y sigo en la tormenta
Tus cantos de sirena, esperando hallar
La calma, en lo frágil de tu puerto.
Pasada la tormenta de agobios y pesares,
Me adentro ya en tus valles y colinas,
Aparto con malicia, la yerba de tu monte
Y bebo del puquial que de tus muslos nace.
Portentosas melodías brotan de tus senos
Y un creciente río de estertores, parte de
Tus grandes ojos verdes hasta el centro
De tu vientre, a una final pequeña muerte.
Al cabo me doy cuenta que mi barca
Halló puerto seguro, ya no hay manera
Que el azar vuelva a jugar con mi destino,
Pues necesitaba paz y me la regalas tú.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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