Hermosa en su tallo la rosa florecía,
lucía esbelta, erecta al sol se ofrecía,
brillaba su roja estampa, y orgullosa se
sentía
de estar abierta al sol de un nuevo día.
Pero pasó el tiempo, la rosa en su tallo
lentamente languidecía, inclinando su hermosa
cabeza
pero aún muriendo tenía belleza perfecta.
La tarde de oro se teñía, la rosa con su inclinación
fallecía,
se desangraba su vida, deshojando sus pétalos
con maestría,
el sol en lo alto, al verla, sus últimos
destellos le ofrecía,
el sonido del viento se quejó y la hermosa
rosa
inclinándose del todo, majestuosamente expiró.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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