Sus palabras siempre brindaron calma.
Mi Amiga, consejera con cautela,
a mi corazón dañado, que amaba
a un absurdo, de infiel secuela.
De mi aferrada ilusión sentía pena.
Yo soñando con un amor y su falsa espera.
Ella demostró que distancia no es problema,
Llegando a mi tierra, dulce sorpresa eterna.
La vi, era como en mis sueños,
tan dulce y perfecta, sus ojos encadenan.
Sentí que mi vida pasó lenta y divinamente,
al sentir aquel beso robado, ¡bendita
condena!.
Amargo pasado vuela cual hojas al viento,
mi corazón albergara y vivirá esta fantasía
quizá algún día, ella sea mi dulce sentimiento
merece que la ame por su audaz osadía.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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