No tiene tiempo el dolor,
donde quiere, viene y va,
etéreo y atemporal,
se desliza cual áspid.
No se rinde el temporal,
que emana del desamor,
la lluvia lava el desliz,
en la pena que se va.
Pace el estro entre embelesos,
cabalga sobre la brisa,
no rinde culto a la prisa,
ronda las notas del verso,
en el dolor que no brilla.
Versa la tenue sonrisa,
frunciendo los entrecejos,
impele fuerza y se aíra.
Dolores que van y vienen,
como jirones de brisa,
entre vapores infames,
que ahondan en la heridas,
la sangre cuajada grita,
alterando las pasiones.
La saña nunca da tregua,
a la supurante vida.
Temblores entre los miedos,
que albergan viejas costuras,
abiertas en el dolor,
como unas fauces hambrientas,
no hay final en los senderos,
bloqueados por el temor.
Amores como luceros,
que se apagan en la pira.
Blanco amor y negra prisa,
dolor que unido a la risa,
de la mano van los dos,
intrigante travesía,
forjada en el corazón,
que doblega lo que brilla.
Blanca mirada sencilla,
negra sombra bajo el Sol.
Amor y dolor se abrazan,
en fragorosa embestida,
no hay tiempo en el corazón,
cada latido es la vida,
que escapa o vuelve a los dos.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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