Como el aceite y el agua,
como la gracia y la burla,
como el deseo y la apatía,
la cobardía o el valor,
la cordura o la locura,
la Luna y el Sol se turnan.
Aunque a veces la mentira,
se parezca a la verdad,
son como luces y sombras,
que paralelas caminan.
Odio y amor determinan,
al honrado o al indigno,
y así, se juzga la vida,
con nobleza o injusticia.
Como el aceite y el agua,
no se mezclan, pero unidos,
el recuerdo y el olvido,
del mismo traje vestidos,
pero diferentes caras.
Dolor y amor revestidos,
de la misma piel que abraza,
al corazón y al latido.
Así el tiempo se desplaza,
entre valles y montañas,
ente ricos y mendigos,
llegando a cumbres más altas,
descendiendo a los abismos,
con el odio en las miradas,
o en las pupilas cariño,
un imperfecto equilibrio.
Semblantes que ven y anuncian,
ojos que el miedo detectan,
rostros que de tanto amar,
la luz se para y se queda.
Agua y aceite no mezclan,
más una perfecta línea,
a las dos fuerzas enfrentan,
como el rayo y la tormenta,
lo imaginario o la ciencia.
Sentimientos que no mezclan,
la fealdad con la belleza,
espíritu y cuerpo unidos,
en una misma frontera,
inseparables amigos,
viajeros que así transitan,
juntos en la misma senda,
arena y piedra, alma y vida.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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