Resiste, gritó la vida,
con inequívoca urgencia,
y semejante exigencia,
quedó en el viento perdida.
Forjó en el yunque la idea,
con esmerada paciencia,
y semejante insistencia,
logró la precisa idea.
Herrero de recias manos,
que con tal fuerza moldeas,
el duro hierro que forjas,
en otras formas recreas.
En el crisol vive ardiente,
la materia que se crea,
y de nobles manos recias,
surge el arte de la idea.
Resiste, gritó la ausencia,
que en arcanas noches medra,
y quiere hacerse visible,
quiere plasmar su presencia.
Verdad escondida en el núcleo,
donde las fuerzas culminan,
y su atronadora voz,
no solo brama, suspira.
Labriego que amas la tierra,
con inusitada ciencia,
bebiendo de arcanas voces,
que trascienden las fronteras,
de boca a boca pasando,
eco, que nunca escasea,
que jamás para o se esconde
que eterno en vida se entrega.
Resiste, grito el amor,
que vio al mundo con muletas,
descosiendo sus costuras,
cuajado de hambruna y grietas,
lloran sus gélido ojos,
de mirar, sin ver siquiera,
mientras el amor se abraza,
a la vida que le queda.
Poeta, que al tiempo gritas,
para que el amor se extienda,
y con sus humildes letras,
vuelque el sentir que le aprieta.
El marchamo de sus versos,
va señalando la senda,
amor en cada latido,
sangre ardiente de sus venas.
Resiste, gritó la vida,
para que nos demos cuenta.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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