En el núcleo se resume,
en el centro se concreta,
y en el amor se concentra,
la esencia que le redime.
La frente al amor abierta,
manos, que extendidas, sientan,
a quien caído se encuentra,
y en la diversa existencia,
un amor que la culmine.
Pasajeros de ese tren,
que no rueda en vías muertas,
sobre raíles se asienta,
deslizándose cual río,
en los cauces que alimenta.
Siente la vida correr,
sobre los pasos perdidos,
y espera al amanecer,
para sentir lo vivido.
Cruza fronteras y aspira,
al espacio conquistar,
y sin mirar donde habita,
quiere viajar más allá,
dejando sin arreglar,
el terreno donde pisa.
No aprende quien tiene prisa,
y más se acorta la vida,
si es más veloz la carrera.
Viajeras en el amor,
las penas más tibias suenan,
más débil es la condena,
y es más liviano el calor,
la mirada se recrea,
en el más nimio detalle,
menos pesa el equipaje,
que soporta el corazón,
y es más suave el oleaje.
Así, va la sombra andante,
recorriendo los caminos,
junto al cuerpo dolorido,
vira observando el paisaje,
torna y retorna en el traje,
que viste a los seres vivos.
Andar, creando destinos,
sentir en el alma el niño,
que se rebela a crecer.
Vive en el núcleo lo vivo,
y en la corteza la ofensa,
vive en el pensar la esencia,
y en la piel, lo ya vivido,
en la sangre vive el grito,
junto a la intensa pasión,
y en el centro habla el amor,
con la voz de adulto y niño,
rimando en cada latido.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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