Mira al frente, mira atrás,
pero nunca de soslayo,
al origen un vistazo,
y unos caminos que hollar,
no tan solo es caminar,
hay que contemplar lo andado,
para poder madurar,
para corregir lo herrado.
El viento sopla sin miedo,
sin miedo planea el águila,
no hay miedo cuando se ama,
ni lo hay cuando se abraza,
no teme el noble al desprecio,
el sabio no teme al necio,
ni el ser en la pubertad,
pues desconoce su acento.
Vive sola la verdad,
flota en el éter mirando,
mira atenta a quien andando,
sigue sin miedo el sendero,
es más fuerte que el acero,
no se arredra ante el dinero,
nunca cede ante la trápala,
ni ante el tiempo se soslaya.
Mira al interior y al verbo,
mira hacia afuera también,
mira lo que van sufriendo,
mira cuanto padecer.
Y mira, como el amor,
no solo vive hacia el centro,
la vida, en un santiamén,
cambia por fuera y por dentro.
Hacia atrás y hacia adelante,
mirando hacia el infinito,
o mirar solo el ombligo,
observar algo crecer,
o recrearse en el olvido,
escalando a lo más alto,
puede verse lo sencillo,
si es tan hermoso de ver.
Tiempo que azota sin ver,
pero cetrero en su tiro,
presto en el amanecer,
en la noche cambia el ritmo,
quiere el amor detener,
pero el corazón henchido,
frena al tiempo con su hacer,
y no se deja vencer,
sobre todo, sin motivo.
Verde verso, roja rima,
mirar sin miedo a quien mira,
amar sin miedo de amar,
y sin temor de sentir,
vivir sintiendo y sin prisa.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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